La evidencia arqueológica sugiere que
la caza de ballenas data desde el año 3000 AC y la
realizaban los Inuit (esquimales de Groenlandia) y otras comunidades
del Atlántico y Pacifico Norte. Los ejemplares cazados
solían ser pequeños, estar varados en la costa
o eran animales que se aproximaban a la costa durante las
temporadas de migración para alimentarse y reproducirse
en bahías protegidas. Algunos de los métodos
empleados en la caza incluían redes y flechas envenenadas.
Los predecesores de la ballenería comercial fueron
los Vascos, quienes cazaban ballenas francas, Eubalaena
glacialis, que se reunían en la Bahía de
Biscay para reproducirse. Esta especie fue la presa favorita
de los cazadores debido a que se desplazan a baja velocidad
y flotan después de muertas. Las ballenas eran perseguidas
y arponeadas desde embarcaciones a remo. Posteriormente, sus
cuerpos eran arrastrados hasta la costa donde se procesaba
la capa de grasa y las barbas.
Inglaterra instauró las primeras industrias de explotación
de ballenas en 1610, seguido por Dinamarca y posteriormente
por otros países de Europa. En 1630 ya habían
mas de 130 barcos balleneros cazando ballenas francas de Groenlandia,
Eubalaena glacialis, alrededor del Ártico.
En 1670 las embarcaciones norteamericanas implementaron hornos
para derretir y almacenar la capa de grasa de las ballenas,
pudiendo extender la duración de los viajes (antes
limitados por la descomposición de los animales).
En 1712 se inició la caza de Cachalotes, Physeter
macrocephalus,que entregaban gran cantidad de aceite.
Durante la década de 1780 Inglaterra se convirtió
en la principal nación ballenera con el fin de generar
los recursos económicos que le permitirían desarrollar
exitosamente la Revolución Industrial. La caza se extendió
desde el Atlántico a las ricas aguas del Pacifico,
generalmente en expediciones de cuatro años de duración
enfocadas en ballena franca del sur, Eubalaena australis,
Cachalote, Physeter
macrocephalus, y distintas especies de lobos marinos.
A fines el siglo XVIII, y comienzos del XIX,
las embarcaciones utilizadas eran a vela o remos y usaban
arpones manuales.
A principios del siglo XIX aumentó la demanda comercial
de aceite mineral y vegetal, lo que sumado a los altos costos
de inversión de cada expedición, la falta de
sistemas de aislamiento apropiados y la disminución
de las poblaciones de ballenas, trajo consigo un descenso
de la actividad ballenera debido a que los materiales de construcción
no eran lo suficientemente resistentes para navegar por las
aguas polares en busca de nuevas poblaciones de ballenas.
En 1815 se creó el cañón
arpón, el cual permitía cazar a una mayor distancia
pero debido a su gran peso no se podía implementar
en las embarcaciones de la época. Con las poblaciones
de ballena franca al borde de la extinción, ningún
país encontró justificación alguna para
continuar con la caza de otras especies de grandes cetáceos.
La tradición ballenera enseñaba que sólo
los cachalotes y las ballenas francas eran susceptibles de
ser cazadas; las otras especies de ballenas -también
llamadas rorcuales (familia Balaenopteridae)- que incluyen
la ballena azul (Balaenoptera
musculus), de aleta (Balaenoptera
physalus) y sei (Balaenoptera
borealis) entre otras, eran muy rápidas para
ser perseguidas por las antiguas embarcaciones y no flotaban
una vez muertas.
El noruego Svend Foyn of Tønsberg
introdujo la tecnología utilizada en la ballenería
moderna entre 1863 y 1870, reemplazando las antiguas embarcaciones
a vela y remo, por embarcaciones a vapor que alcanzaban velocidades
de hasta siete nudos. En la proa de la embarcación se
ubicaba el cañón arpón. Cada arpón
contenía un dispositivo de granadas que se activaban
después de impactar el animal. También contaba
con un sistema de arrastre para subir la ballena a la embarcación
y procesarla en el lugaLas modernas
maquinarias permitieron por primera vez que los cuerpos se mantuvieran
lo suficientemente frescos como para que el aceite y la carne
fueran comestibles. Los residuos no comestibles se utilizaban
para hacer fertilizantes o alimento para animales.
El éxito de Foyn llevó a que otros países
implementaran estas nuevas tecnologías. Las poblaciones
de ballenas ya estaban siendo severamente afectadas cuando en
1904, el aceite de ballena cobró nuevo interés
en el mercado para la fabricación de margarina y jabón,
a través del proceso de hidrogenación (adición
de hidrógeno a una sustancia), que convierte el aceite
en grasa. r.
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Debido al resurgimiento de la demanda de aceite de ballena,
empresas Noruegas y Británicas establecieron estaciones
balleneras en Sur América y Sur África; la caza
de ballenas aumentó de dos mil animales en 1900 a más
de 20 mil en 1911. Las cacerías se realizaban en mar
abierto por flotas de dos embarcaciones: la primera arponeaba
el animal y la segunda procesaba las ballenas.
Esta caza pelágica aumentó después de la
Primera Guerra Mundial, debido a la demanda de aceite. En 1930
existían seis estaciones costeras, 41 barcos factoría,
y 232 barcos con cañones arpón en la Antártica.
La implementación de nuevas tecnologías aceleró
el procesamiento de cada animal y la calidad del aceite obtenido.
Durante este periodo, Noruega dominaba el mercado mundial de
productos balleneros.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la industria
de aceite de ballena aumentó considerablemente. Se
produjeron barcos factoría de mayor tamaño y
velocidad (18 nudos), los cuales eran apoyados por aviones
desde el aire. El éxito obtenido por las compañías
Británicas y Noruegas (con más del 80% del mercado
desde 1945 a 1950), fue acompañado por otras naciones
como Holanda, la Unión Soviética y Japón.
La caza de grandes especies disminuyó debido a la sobre-explotación,
pero la actividad ballenera continuó cazando especies
cada vez más pequeñas para abastecer el mercado.
Un caso especial es el de Japón, el cual luego de ser
derrotado en la segunda guerra mundial, carecío de
alimentos suficientes, en particular de proteinas. Barcos
de guerra fueron acondicionados como cazadores de ballenas,
iniciándo así su historia ballenera. Como otros
países, también tenían una historia de
caza ocasional, pero a diferencia de la propaganda, no fue
sino hasta la post guerra que se desarrolló como una
industria. La caza de cachalotes, Physeter
machrocephalus, volvió a tomar fuerza en 1950
cuando se encontraron nuevos usos para el aceite del órgano
espermaceti.
Las embarcaciones utilizadas actualmente
miden alrededor de 60 metros de largo, alcanzan grandes velocidades
y realizan ágiles maniobras de navegación. En
la proa se ubica el cañón que dispara un arpón
de 2 mts de largo y 54 kg de peso, a una distancia de hasta
25 mts. El arpón esta fabricado de metal flexible,
que no se quiebra cuando el animal lucha por liberarse. Además
posee una granada de tiempo que explota dentro del animal
dañando los órganos internos vitales y causando
desangramiento masivo. Una línea de nylon que va desde
el arpón hasta un huinche mecánico arrastra
la ballena a la embarcación cuando el animal se encuentra
exhausto; posteriormente el cuerpo es inflado para mantener
el animal a flote e identificado con una banderilla. Finalmente,
los cuerpos recolectados durante el día son procesados
por el barco factoría.
Alrededor de 1962, las poblaciones de ballenas se encontraban
al borde de la extinción. La caza comercial era llevada
a cabo principalmente por la Unión Soviética
y Japón. La industria ballenera soviética era
subsidiada por el gobierno y los métodos de refrigeración
moderna permitieron que Japón convirtiera la carne
de ballena en una delicadeza culinaria. Pero este mercado
también estaba destinado a morir debido a la inminente
extinción de las últimas "ballenas comerciales",
la ballena minke (Balaenoptera acutorostrata).
En 1980 el comercio internacional de ballenas estaba prácticamente
muerto, a pesar que la caza comercial en menor escala de cetáceos
pequeños, continúa realizándose hasta
nuestros días.
Actualmente, Japón ha liderado una campaña sistemática
que intenta reabrir la caza comercial de ballenas. La cual
incluye la compra de votos, una profusa propaganda y el uso
de argumentos científicos no demostrados y rechazados
por la comunidad científica formal.
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